«¿Y si no le gusto?» no es la pregunta correcta

El otro día (tengo esto escrito desde enero de 2015), mientras me preparaba para la típica primera cita, me sorprendí a mí misma pensando «¿Y si no le gusto?» toda preocupada. En serio, totalmente angustiada. Luego pensé en la cantidad de veces que habré pensado eso a lo largo de mi vida sentimental (que no es como si me hubiese pasado por la piedra a medio mundo, pero que he tenido más de dos citas de esas, y lo sabéis porque poco menos que os las he ido retransmitiendo minuto a minuto) y me cabreé un poco conmigo misma. Cómo que ¿y si no le gustaba YO a ÉL? ¡Qué coño! ¿Y si no me gusta él a mí?

¿Y SI NO LE GUSTO?

Desde luego, ha llovido bastante desde que escribí, y pensé, eso, y si no bastante, por lo menos lo suficiente como para no habérmelo vuelto a preguntar ninguna de las veces que he quedado con un hombre. Y no sé si es la edad, mi viejuventud o la confianza la que me ha hecho cambiar, pero me parece algo irracional que sea algo que las mujeres nos hayamos acostumbrado a preguntarnos a todas horas. Como si fuese nuestro deber gustarle a alguien. Como si fuese prioritario gustarle a una persona, ya sea hombre o mujer, por encima de preguntarnos si nos gusta a nosotras esa persona (o si nos gustamos nosotras, pero eso es otro tema).
Y lo digo yo, la misma que escribió Cómo saber si no le gustas (y la misma que tiene que releerlo de vez en cuando porque se desespera de lo puñetero ambiguo que son los tíos con ella), pero no porque creyese, ni en ese momento ni ahora, que es algo de lo que debiésemos preocuparnos, sino precisamente como crítica a la cantidad de tiempo y energía que las mujeres invertimos en pensar en esas estupideces. Porque es que «¿Y si no le gusto?» no es la pregunta correcta; debería ser secundario siempre. Lo importante es saber si te gusta o no a ti esa persona con la que vas a compartir el tiempo que sea. Si estás a gusto, cómoda; si te hace sentir bien, segura. Si te hace reír. En definitiva, si quieres pasar más tiempo o no con ella. Porque a la hora de enfrentarte a una nueva relación (en el estadio y del tipo que sea) lo principal debería ser asegurarte de si quieres tú estar en ella con esa persona. Poder decir «quiero estar contigo porque quiero estar contigo» no «quiero estarlo porque tú quieres estar conmigo».

QUIERO ESTAR CONTIGO PORQUE QUIERO ESTAR CONTIGO

Pero claro, esto es difícil, y lo difícil no nos gusta, nos asusta. Porque nadie quiere lanzarse a tumba abierta a algo nuevo sin saber si va a ser correspondido. Y así nos perdemos mil oportunidades, no ya solo a la hora de encontrar pareja o una amistad, sino en nuestra vida en general. El ejemplo más tonto: «No me abro un blog porque no sé si a la gente le gusta como escribo». Pues si no te lo abres nunca lo vas a saber. Así con mil cosas; como cuando no saludas a alguien porque no estás seguro de por qué conoces a esa persona. Y es mejor mil veces ser el que saluda que el que no devuelve el saludo, que lo sepáis.

Las decisiones que no se toman, las cosas que no se dicen, las que no hacemos y las oportunidades que dejamos pasar son las que más pesan. Siempre. Hay que ser más valientes y pensar menos en lo que piensen los demás, petites. Hay que ser más veces el que decide y menos el que se deja llevar por si acaso. Y, desde luego, hay que pensar menos «¿Y si no le gusto?», que si no le gustas, que le den.