Por fin me he reconciliado con la fotografía. Gracias a Dios. A Dios, a Budapest y a mi amiga Ágota (de verdad, no hay derecho a tener amigas tan guapas). Por si no os acordáis o no nos conocíamos hace un mes, antes de volver a Madrid me fui a Budapest (lo que fuera para escapar de París, ya sabéis), y ¡por Dios, qué grandísima idea! (Que tampoco es que fuera mía, fue de mi amiga, pero yo estuve de acuerdo en aceptar así que parte del mérito me lo voy a otorgar, si no os importa).
Pasé allí cuatro días, y ¡qué días! Nos los pasamos pateando la ciudad, haciendo fotos y comiendo mucho, muy bien y muy barato (el truco para esto es NO IR AL McDonald’s como un turista, que Budapest tiene doscientos mil restaurantes geniales). Hungría es absurdamente barato en comparación con Francia, que no es como si esto no nos lo esperásemos, pero yo os lo cuento igual. (Elegance Hunter de enviada especial).