Algún día saldré de la peluquería contenta, o por lo menos sin llorar, pero hoy no es ese día. Bueno, «hoy», el 23 de octubre para ser más exactos. Qué día tan negro…
Junto con el cambio de look del blog, (que no debería decirlo yo, pero qué bien me ha quedado) ha habido otro cambio: mi corte de pelo. Si no vivisteis el drama conmigo por redes sociales os lo voy a contar, porque de algo tendremos que hablar ¿no? (Y sí, ya sé que estoy más gordita. Lo del gimnasio no está funcionando as expected, un poco como mi vida en general). TOTAL, que llegué yo aquel aciago día de octubre y decidí que la mejor de las ideas era cortarme el pelazo que tenía (que lo tenía). Porque, no sé, el típico día en que te da un derrame cerebral, vaya. Es lo que os contaba, que no medito bien las decisiones y en cuanto las tomo tengo que llevarlas a cabo. Diría que al final esto me va a dar un disgusto, pero mayor disgusto que el que me llevé cuando me miré en el espejo de la peluquería NO LO HAY:
Entro en la pelu y Vivi (que así se llamaba la peluquera) me pregunta qué es lo que quiero. Os voy a decir lo que dije textualmente, a ver si es que yo me expresé mal o qué:
—No me cortes más de cuatro dedos, que me gusta mucho el pelo así, largo. Y en cuanto al color, me gustaría bajar un tono o algo así hacia la mitad del pelo. En plan por debajo de las orejas. Tipo californianas pero sin llegar a rubio, ni muy arriba, solo para darle un poco de, no sé, brillo.
Yo creo que tan difícil no se lo puse ¿no? Vamos, que no es como cuando todos creísteis que me presentaba a MYHYV, esto estaba muy claro from the very beginning. Pero vaya, al final esto es lo que entendió ella: