
Una cosa que siempre me ha intrigado de vosotras (hablo en general) es hasta que punto sois capaces de hacer sacrificio en aras de ofrecer una imagen arreglada, femenina e incluso sexy. (…) ¿Realmente os merece la pena tanto dolor y sufrimiento?
Cuando leí el comentario de Santy en la entrada en que os preguntaba sobre qué temas os gustaría que hablase, lo primero que me vino a la cabeza fue un diálogo de una serie de televisión:
—La comodidad antes que la moda.
—¿Desde cuándo?
Y es que es así, en la mayoría de los casos no anteponemos la comodidad al ir guapas.
Los principales enemigos de las fashionistas (alguien va a tener que pasarme un diccionario con palabras de blogger de moda para que esto quede más bonito ¿eh?) son el frío y los zapatos incómodos. Porque «con lo que me ha costado subirme la cremallera del vestido yo sola en casa no me tapo ni que me maten» y «son muy altos, aprietan y se me clava la pedrería en los deditos, pero cómo no me los vas a poner con lo bonitos que son, ¡por Dior!»
A veces pienso que ojalá hubiese cuajado la moda de las bufandas-manta de Louis Vuitton y Kenzo (que Santy decía en su comentario que la pashmina de su amiga más bien parecía una mantita de sofá y lo mismo era toda una trendsetter y él sin saberlo) porque qué gustito ir con un nórdico por la vida.
Santy preguntaba si merecía la pena. Para mí merece la pena todo lo que me haga sentir bien, y me siento fenomenal saliendo de casa sabiendo que voy elegante (aunque vaya en vaqueros). El truco está en encontrar el equilibrio. También es verdad que yo no me compro zapatos a sabiendas de que no los voy a poder utilizar toda la noche y no me pongo unos tacones con los que no pueda caminar durante más tiempo del que dura mi cita (quedada o reunión familiar). Los andares de pato son espantosos.
En cuanto a la temperatura… En mi caso hago lo que puedo por no pasar frío yendo mona, pero si se da el caso, no me quejo, que no es elegante y yo me lo he buscado.
