La gran mentira
Petits, permitidme que utilice estas idílicas fotografías de mi supermaravillosa vida para ilustrar la gran mentira en la que vivimos la mayoría de blogueras. Estas fotos que he recopilado durante una semana entera, pero que vamos a dar todos por sentado que son de un solo día, porque, además, todos mis días son igual de chachis: me levanto en un anuncio de Don Algodón, ya guapa y peinada, pero me ducho y me arreglo un poco más para grabar un vídeo que luego se hará viral sin esfuerzo alguno, mientras espero a que mi guapísimo novio me recoja en coche para ir a tomar un sanísimo brunch (que por supuesto no me engordará nada y que no se enfría mientras hacemos 200 fotos de él para redes sociales). Más tarde, daremos un paseo por unas muy pintorescas calles y tiendas donde puede o puede que no me compre otro sombrero para adornar la pared (porque como soy blogger, la ropa también me sirve para decorar). Luego iremos a entrenar conjuntadísimos, que es lo que hacen las parejas de Instagram y después pasaré solo un par de horas editando el vídeo y las fotografías, que luego subiré a mis redes sociales mientras me como una ensalada, que también compartiré en Twitter, y veo cómo mis seguidores aumentan sin parar.
¿Ha sonado suficientemente a mentira o pongo que mi novio en lugar de en coche me recoge en unicornio volador? Desde luego, si ser blogger a tiempo completo fuese esto que acabo de describir, ¡tonto el último! Todo el mundo querría serlo. De hecho tengo la sensación de que precisamente porque la gente se monta las películas que se monta sobre tener un blog, todo el mundo vanagloria la vida de las blogueras, y no es tan bonita, creedme.