¿A vosotros no os empieza a mosquear todo el rollo este de tener a Holanda hasta en la sopa? Porque a mí un poco los cojones la moral sí que me toca, la verdad. Llamadme susceptible.
Espero que cada vez que veáis una película de Kevin Bacon os acordéis de mí y mi abogado y que cada vez que alguno de vuestros amigos diga que quiere ir a Ámsterdam penséis en mi desgraciadísima vida amorosa (porque qué bonito que penséis en mí en general, oye), pero llega un momento en la vida de toda soltera en el que empieza a molestar lo que viene siendo un poco estar rodeada de cosas que te recuerden a tu(s) ex. Que yo entiendo que si vives en la misma ciudad en la que le conociste haya cosillas que te recuerden lo que vivisteis, pero es que si vuelves a Madrid para despejarte un poco, ¡qué coño hace en tu casa una camiseta de la selección holandesa! POR EL AMOR DE DIOS, PAPÁ. De verdad, vergüenza te debería dar. (Qué poco apoyo moral, en serio).