Petits, no quisiera yo alardear, pero creo que soy la mejor ex del mundo. Pero buena, buena. Como novia no sé (bueno, supongo que regulín porque si no de qué iba a tener tanta experiencia en el otro lado), pero como ex valgo mi peso en oro. Soy un puñetero portento, de verdad.
Desde luego, no diría que es un hazaña de la que estar orgullosa, porque quién querría ser bueno haciendo que los demás se olviden de ti (a menos que seas un asesino en serie o un ladrón de bancos) pero, pensándolo bien, llevo años ayudando a mis ex a superar sus relaciones conmigo y no hay nada tan bonito como eso. Si es que solo pienso en los demás.
Total, porqué tengo esta certeza y cómo adquirir esta habilidad: a lo largo de los años he desarrollado lo que a mí me gusta llamar el Protocolo Fantasma, que es básicamente un plan de «escape» prácticamente infalible de una relación de cualquier tipo. Para aplicarlo hace falta una buena dosis de fuerza de voluntad, pero si estás dispuesto a llevarlo a cabo los resultados son inmejorables, de eso no cabe duda, la relación se supera echando hostias (o, por lo menos uno de los dos tiene todos los medios para hacerlo. El otro).
El Protocolo Fantasma consiste a grandes rasgos en cortar todo tipo de posibilidad de comunicación con la otra persona. No solo la comunicación, no, no vale que no le escribas o que no le llames, es que tienes que no poder llamarle ni escribirle (y al revés también, que la tentación es muy mala): convertirte en un fantasma. Desde luego en la era de la comunicación y las redes sociales esto es más complicado de lo que parece, por eso y para no dejar cabos sueltos os dejo una checklist de lo que debéis hacer para cerrar todas las vías: