
Los veinte días que me quedan para irme a París. Menos de tres semanas de listas, maletas y preparativos. De despedirme de gente y volverme loca porque no me quepan todos los zapatos en la misma maleta. Maleta cuyas medidas y peso estoy cuidando más que los míos propios, también os lo digo.
En realidad no quiero pensar en ello, me pone nerviosa. Estoy intentando obviar que en menos de un mes estaré viviendo sola en París durante un año como el que ignora un elefante rosa en una habitación. Porque ¿cómo voy a llevar la maleta, una bolsa extra y mi bolso de proporciones épicas por el aeropuerto? ¿Pesará demasiado? Y aunque no pese (que os aseguro que sí) ¿cómo voy a cogerlo todo de la cinta transportadora? ¿Se dará cuenta mi perro de que me he ido? ¿Y si me siento sola cuando llegue al hotel en el que tengo que pasar la primera noche? ¿Y si me pierdo? (Vale, es poco probable ya que voy en taxi desde el aeropuerto PERO). En fin, que si meto un «y si…» más voy a tener que quedarme en Madrid y no puede ser.

Además, para ponerle una nota de patetismo a la situación he encontrado un pijama de Hello Kitty y me lo he puesto para hacer magdalenas para desayunar. Matadme.
