
¿Alguna vez os ha pasado algo que os haya hecho pensar «Es demasiado»? No en plan «He comido demasiado» (que eso sé que sí). No. No ese agobio. Sino haberos dado cuenta de ese algo tan hermoso que es simplemente demasiado. Como un libro tan bonito que apenas es normal que te produzca ese sentimiento. No es una sensación de angustia, es de plenitud.
Eso es empezar una relación en París. No hay un sitio al que se pueda ir a dar un paseo que no sea romántico. Porque, joder, ES PARÍS. No lo hay. Todo es muy bonito, todo es muy de película.
¿Y es malo? No. ¿Y es siempre así? No, hay relaciones y relaciones. Pero esta, ahora, es sencillamente demasiado. Y es lo único en lo que puedo pensar. Es tan dulce que no tiene sentido. No puede ser real.
Evidentemente estoy hablando del Holandés (mayúscula porque es nombre propio; protección de datos, ya sabéis). Casi primavera, París, tercera cita y pasear cogidos de la mano por el Sena. O sentarnos en el césped en Tuileries a tomar el sol y a conocernos. Es simple y llanamente DEMASIADO. También es pronto y muy rápido. A veces petite vitesse no es una opción, solo el nombre de un barco.
Sinceramente, aquella tarde, viendo ponerse el sol desde Invalides sentados en la hierba, solo podía dar gracias a Dios porque hubiese bichitos y ruido de coches pasando para romper un poco con la perfección del momento. Y es que cuando lo ves en una película te parece taaaan tierno que te da asco lo deseas muy fuerte (a mí me da mucho asco. Por cinismo, porque tengo el corazón de hielo, por lo que sea). Pero cuando lo vives, se te hace un nudo en el estómago y da vértigo, porque os acabáis de conocer. Nadie se asusta en las pelis cuando algo así pasa en la tercera cita, ¿POR QUÉ?.
También es cierto que de Erasmus el tiempo se desdibuja. Tienes un límite. A veces parece que pasa tan rápido que en lugar de tres semanas parecen tres meses, aunque en realidad hayan sido solo tres días. Es un sinsentido pero es así. Así que solo puedes aprovecharlo. Y bueno, en eso estoy.



