Pongo la radio y suena It will rain de Bruno Mars seguida de Hello de Adele (que cualquiera podría pensar que menudo día de mierda llevaría el pobrecito que elegía las canciones en la emisora que estaba escuchando, pero no, eso no era). Para colmo cuando pongo el CD que llevo en el coche (así de moderna soy) me salta Where are you now de Bieber. Como queriendo decirme mi coche que me acabo de quedar soltera y no me he enterado ¿sabéis? Como «Jessi, te veo yo muy tranquila y relajada, así casi como animada después del CrossFit, no se te habrá olvidado que estás sola otra vez ¿no?» Coño, que solo le ha faltado ponerme algo de Sam Smith (que qué lastimica este chico y qué abracito le daba cada vez que oigo algo suyo, de verdad. Pobre animalico, ¿es que nadie se da cuenta de que está sufriendo?) Así que he tenido una conversación muy seria con él (con mi coche, no con Sam Smith): «¿Esto qué es? ¿Una venganza por llevarte comidito de mierda esta semana? Que te juro por Dios que te dejo los cristales sucios un mes más ¿eh? Que no me da miedo ir a ciegas el resto de la semana por la Nacional 2, que estoy muy loca».
Comprenderéis ahora porqué me quedo soltera con tantísima facilidad. (Que ya hablaremos de esta última vez más detenidamente porque cuando lo sepáis os vais a caer de culo del caballo, ahí lo dejo).
Ligar
Mi vida a.C. (antes del CrossFit)
Petits, ¿os podéis creer que hay desequilibrados por ahí sueltos a los que les gustan las tías en mallas? Más aún: ¿os podéis creer que haya tíos por ahí a los que les guste yo en mallas de deporte? Flipante, lo sé. (Que por cierto, está mi móvil empezando a corregirme flipando por f*llando; como con esperanzas. Ojalá, ¿eh? Ojalá).
Al lío, que he ligado en el gimnasio. Sí, se puede. (Vítores de fondo). Como todavía no sé muy bien cómo ha pasado, os lo voy a contar y analizamos la jugada a ver si tengo la receta para el amor entre mancuernas y estamos aquí como si nada.
Resulta que hay gente por ahí diciendo que el gimnasio es el sitio donde más se liga después de los bares (en estudios y cosas serias al parecer). Como alguien que puede contar con una mano las veces que ha ligado en un bar (y me sobran muchos dedos) os diré que es mentira. Tal cual. Y ya sabéis que yo siempre soy sincera con vosotros. Esa gente que liga en el gimnasio, ¿qué pasa con ella? Porque, de verdad, si vas al gym a lo que vas (a bajar de peso, a ganarlo, a estilizar, a que se te metan las mallas por el o lo que sea) es prácticamente imposible ligar. (Voy a decir prácticamente porque la esperanza es lo último que se pierde pero… Que yo creo que no y punto).
LAS DIFICULTADES
1.- Hay dos tipos de persona que van al gimnasio: los que van, y los que necesitamos ir. Los primeros son los cachitas y las tías buenísimas a los que les gusta hacer ejercicio (para mantenerse cachas y buenorras, obviamente); y los segundos somos los demás, que tú nos ves en el gimnasio y dices «Sí que te hace falta venir, sí» y no añades «gordo de mierda» al final de la frase porque tú también formas parte de ese poco agraciado grupo. (Que yo sé que duele, pero esto es así). Y a los que somos del segundo grupo no nos sienta bien la ropa de deporte. Porque la licra flúor no le queda bien a todo el mundo. Bueno, en general, la ropa fluorescente y ajustadísima no le queda bien a nadie que tenga más grasa que una loncha de pavo. (Y aquí rollos de autoestima y quererse a uno mismo los justos, que vosotros también vais al gimnasio para quemar los bollos. «No, yo voy al gimnasio para sentirme bien». ME LO CREO, TÍA).