
Con el tiempo, igual que lo hemos hecho mi estilo o yo misma, mi blog ha evolucionado. (Qué vergüenza recordar cómo empezó pero qué bien ahora ¿eh?). Antes me faltaban tiempo o inspiración, un motivo o una idea brillante (porque no todas valemos para ser egoblogueras y se empezaba a notar). Momentos maravillosos en los que os juro que habría metido la cabeza en el horno o en cualquier agujero suficientemente grande. (Eso en París ya no me pasa, principalmente porque no tengo horno).
«¿A dónde va esto?», «¿Qué me pasa?». «Seguro que es hambre, cariño, ¿has cenado?» se oía de lejos a mi madre. (Mi madre desde que hice la dieta hace tres años intenta colarme que TODO lo que me pasa es hambre. Spoiler: NO es eso).